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  • Equipo Psitel

¿Qué pasa en nuestra psique cuando matan a alguno de nuestros familiares o alguien que queremos?

Según el Código Penal Federal, en su artículo 302, Comete el delito de homicidio: el que priva de la vida a otro.

Las familias de las personas que pierden la vida debido a un homicidio a menudo se ven victimizadas no solo por el delito cometido, sino también por las cargas y obstáculos del sistema de justicia y las visiones externas, propias de otras personas y medios de comunicación enmarcadas en una sociedad que muchas veces actúa como un agente dañino, en vez de amparar a los parientes y brindarles apoyo en todo sentido.

Este fenómeno puede deberse a la poca instrucción de los elementos de seguridad y a la corrupción generalizada que se presenta dentro del sistema jurídico-legal.

El homicidio deja más víctimas que el occiso (que dé por si ya es mucho). Esas victimas compuestas principalmente por familiares, se les conoce y denomina: “co-víctima” Está persona es la que se enfrenta a las consecuencias legales y emocionales que ocurren después del suceso, cuyo proceso de duelo provocado genera cansancio y ansiedad en el individuo. Ademas de que podrán presentarse situaciones de omisión, falta de seguimiento o incompetencia por parte de las autoridades competentes, todo esto agravará todavía más las circunstancias mentales y físicas del sujeto que padece este tipo de conflictos.

Otra cuestión a tener en cuenta es el rol que desempeñaba la víctima, con regularidad la dinámica familiar se ve impactada y se modifica de una o varias maneras posibles: La forma de relacionarse, la economía, la forma de vincularse, su aceptación del amor, etc.

Castillo (2016) utilizó las pruebas de Escala de gravedad de síntomas del trastorno de estrés postraumático. (Echeburúa) y el SCL-90-R (Test de los 90 síntomas) de Leonard R. Derogatis. Estas pruebas buscan medir la presencia de signos del Trastorno de estrés postraumático, las obsesiones y compulsiones, sensitividad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide y psicoticismo respectivamente. Las pruebas apuntaron a evidenciar que los sujetos que han participado como co-víctimas en actos de homicidio presentaron altos niveles de ansiedad, señalando que con alta frecuencia re-experimentan las sensaciones sentidas durante el evento, hipervigilancia, desconcentración, trastornos del sueño y evitación de lugares u objetos que recordaban el acontecimiento traumático.

Otras emociones recurrentes incluyen; la ira contra el/los responsables, la cual genera ideas de venganza para con aquellos que causaron el deceso, por otro lado, se podrían presentar sentimientos extremos de inseguridad; por lo que tal vez la familia quiera resguardarse y protegerse a toda costa.

Desde otra perspectiva, la de los agentes de seguridad, las nociones que se tienen de ellos y la que mantienen ellos mismos con respecto a las víctimas tanto primarias como secundarias desempeña un papel clave para ayudar a las ya dichas; de modo que se espera de ellos que presten su apoyo incondicional , receptivo y su seguimiento eficaz en el caso.

Una técnica a la cual nos refiere Olasagast ,(s.f) podría ser una herramienta eficiente de cara al primer contacto entre víctima(s) secundarias y agentes de autoridad; es la escucha activa la cual consiste en : -Parafrasear lo que la persona cuenta -Aclarar y resumir la narración -Preguntar sobre el relato, con interés de indagar. -Expresar nuestra atención asintiendo, usando palabras como “entiendo”

Nuestro país:México lamentablemente es uno de los países con mayor incidencia de homicidios. El periódico El Imparcial nos cuenta en un artículo publicado el día 20 de noviembre de 2019, que hasta ese día se contabilizaban 28.741 homicidios -solo en ese año- Para empeorar las cosas, Expansión Política nos dice en otro artículo que el homicidio es también uno de los delitos que presentan más impunidad, según el artículo sólo en 1 de cada 10 delitos de homicidio se consigue castigar a los responsables.

En resumen, un homicidio es uno de los hechos más gravemente dañinos para la mente humana y para la sociedad en general; puede dejar marcas imborrables en nuestra persona y debe considerarse como un fenómeno social que tiene grandes consecuencias en aquellas sociedades en donde ocurre. Resulta fundamental reconocer el suplicio y la victimización de las familias y seres queridos de los que sufren el delito de homicidio, es necesario ofrecer apoyo a los familiares y estar más cerca de ellos para sobrellevar y superar todas las dificultades que este acto conlleva, incluyendo las económicas, las mentales y las sociales.


Sprungen, D. (1998). Homicide: The hidden victims.


Documento escrito por: Sebastián Garibay Ortega Revisado por: Darío Rodríguez Barrera

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